05 septiembre 2012

Facebook y el narcisismo

"La nueva cultura de la exaltación del 'yo' "

Raquel Andrés Durá, de quien ya he hablado en artículos anteriores, describe muy bien con esta frase el fenómeno que ocurre con frecuencia en los adolescentes: el “yo” es el centro de la página de Facebook. Tenemos la oportunidad de mostrarnos al mundo entero de la mejor manera; obviamente siempre de la mejor manera porque nadie quiere mostrar de sí lo feo, lo poco cómodo o aquello que nos vaya a dejar “mal parados”. Es una selección exclusiva y minuciosa de la vida.

Un estudio de la Universidad de Western Illinois, en Estados Unidos, demostró la relación que existe entre el narcisismo y Facebook, la cual parece indicar es muy clara y evidente.




Según la RAE, el narcisismo es “la excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades u obras”. Este término proviene de Narciso, un personaje mitológico que cuidaba demasiado su aspecto y compostura, llegando a estar enamorado de sí mismo.

En el informe de la universidad, el cual incluyó un test de personalidad narcisista, demostró que aquellos estudiantes que obtuvieron el puntaje más alto son los que tienen más amigos virtuales y quienes realizan con frecuencia actualizaciones de estado hablando de sí mismos.

Esto genera obvias preocupaciones entre los usuarios relacionadas a su imagen, el qué dirán, la cantidad de likes o comentarios que reciben, etc. Principalmente ven en esta herramienta una manera de hacer pública su complacencia personal y de buscar ese afecto que Facebook permite hacer visible y cuantificable, pero también superficial. 

Como diría Alberto Goachet en su artículo Facebook, Face Tú, en el diario El Comercio: “Tú no eres tú. Eres el lado que quieres proyectar de ti al mundo. Lo que haces en Facebook es tu propia campaña de publicidad en la que tú eres la marca, el cliente y el agente”.

¿Qué tan saludable puede ser para un adolescente creer que él es solo su imagen o que por una breve aceptación virtual logra satisfacer su necesidad de aprecio y consideración de los demás? Y esta es una necesidad que no es mala y que es parte del "deseo fundamental de las personas de entrar en relación unas con otras", como diría Benedicto XVI. El problema surge cuando esta necesidad es correspondida con ridículas respuestas. 

¿Qué hacer? Educar a los hijos en una recta valoración personal que no dependa del aprecio o aceptación de los demás, más aún si es superficial. Ampliaré estos temas en próximos artículos. 

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